El Padre del Ajedrez Latinoamericano

El próximo viernes se cumplirán 110 del natalicio de Arturo Jorge Loeffler, a quien reconocemos como el pionero en promover organizaciones en distintos países latinoamericanos dedicadas a la práctica del ajedrez por correspondencia.
Tras fundar TAC en Argentina (1945) aprovecha sus periódicos viajes laborales por el Continente para fomentar que se crearan entidades semejantes a la rioplatense. La cosecha de su siembra es exitosa: en 1947 eran ocho las ligas adheridas a la ICCA (International Correspondence Chess Association, predecesora de la actual ICCF), duplicándose al año siguiente, alcanzando a 19 luego de otros doce meses.
Una década después impulsará la creación de la Liga Americana de Ajedrez por Correspondencia (LADAC), que no consigue cristalizar; pero será el germen que en 1963 dará lugar a UDAPA (unión del Ajedrez Postal Americana, posteriormente CADAP).
Apoyado en sus recuerdos, repasamos una vida dedicada al ajedrez a distancia.

GENESIS
Una noche de marzo de 1945, en el Club Jaque Mate (Buenos Aires) se recibe una llamada telefónica que es atendida por un socio, Eugenio Píder. Del otro lado de la línea, una tímida voz pregunta si hay algún interesado en jugar una partida de ajedrez por teléfono. Píder respondió inmediatamente: ¡siii, yo! … ¿quien habla?. Arturo Loeffler … se identificó.
Comenzaron a disputar varios juegos y sólo consiguieron sumar un par más de interesados en esta modalidad.
Loeffler, que había abandonado la práctica presencial pues el cansancio que acumulaba tras su intensa actividad laboral diaria le proporcionaba magros resultados en las competencias en que se inscribía. Le pareció que esta variante, sin la presión del reloj, lo favorecería. Sin embargo pronto se vió decepcionado ante la escasez de adversarios.
Lector del diario «La Nación», donde seguía con avidez la sección «Frente al Tablero» a cargo del maestro Carlos Portela, se le ocurrió publicar pocos días despues de finalizada la Segunda Guerra Mundial, un aviso al pié de la misma invitando a interesados en disputar partidas por correspondencia. La respuesta fue inmediata y desbordante. Ante la inusual cantidad de ofrecimientos y a fin de «abrir el juego» pensó en organizar torneos. Y así dió vida a TAC (Torneos de Ajedrez por Correspondencia), lanzando el primer evento en enero de 1946. Nacía la primera institución dedicada a esta especialidad en la Argentina y que un par de años después se reorganizaría convirtiéndose el LADAC, prolongando su existencia hasta el presente.

AUTOBIOGRAFÍA

«Parece que llevo adentro el amor por el juego-ciencia. En mi familia jugábamos ajedrez. Mi abuelo materno -que solía darme la dama de ventaja hasta sus últimos días (fue atropellado por un automóvil a los 92 años) – solía redondear sus ingresos jugando ajedrez por dinero en su Café favorito.»
«Viena, mi ciudad natal, donde nací el 7 de diciembre de 1908, es conocida en todo el mundo por la música. Pero poca gente sabe que en su época era considerada toda una meca del ajedrez. Quien aspiraba a su realización en el mundillo de los trebejos, forzosamente tenía que pasar por Viena, aunque fuere tan sólo en forma temporaria.»
«No exagero cuando digo que los «corifeos» del ajedrez literalmente pululaban en los Cafés, lugares de su residencia para los fines del juego. Desafiaban por dinero -a menudo su única fuente de ingresos- o para impartir lecciones a los interesados. ¡Y los había!.»
«No era cosa del otro mundo que el jefe de mozos discreta y obsequiosamente susurra en el oído de algún cliente novato: «Discúlpeme, doctor -la escala social comenzaba para ellos con los títulos académicos para llegar a la nobleza, según la propina … – pero no puede sentarse aquí. Este es el lugar reservado para el Maestro Fulano de Tal». Y el cliente tenía que mudarse pues ese sitio era sagrado, so pena de no ser atendido. Pero nadie lo tomaba a mal.»
«Había inclusive, en Viena, una especie de «Festival ajedrecístico». Todos los años se celebraba el Torneo Trebitsch, dotado de hermosos premios en efectivo por su fundador, uno de los tantos mecenas del ajedrez.»
«Tampoco era cosa rara que la gente «copetuda» mantuviera a sueldo a algún maestro para amenizar sus reuniones sociales.»
«Existía en Viena toda una pléyade de jugadores a los cuales la historia hoy en día apenas menciona. Empero, aportaban su granito de arena para la evolución del así llamado «estilo vienés», de preponderancia posicional , contrastando con el juego táctico que había prevalecido hasta entonces. Eran los tiempos de Rubinstein, Réti, Tartakower, Siegfried, Reginald Wolf, Heinrich Wolf, Takacz, Kmoch, Hans Müller, Ersnt Grünfeld (apodado el «baúl de variantes» debido a sus profundos conocimientos teóricos, para diferenciarlo del otro Grünfeld, que también militaba en los trebejos), para citar
tan sólo a unos pocos. A esta generación pertenecía también el profesor Albert Becker, de vastos conocimientos teóricos.»
«Entre todos ellos se destacaba un verdadero amante del ajedrez -en ciertos momentos un astro de primerísima magnitud- quien dotado de rasgos sobresalientes parecía llamado a ocupar la cúspide en competencia con Lasker, Capablanca, Bogoljubow, etc. Era el Gran Maestro Rudolf Spielmann. Si este hombre genial no pudo concretar su secreta ambición de conquistar el título de Campeón Mundial, se debía a la adversidad, a la pobreza y -duele decirlo- ¡al alcohol!.»
«Spielmann era un bohemio en el sentido más lato de la palabra. Para él no existía ningún horario. Tanto le daba quedarse todo el día en cama como aparecer a horas donde todos dormían. Tenía su «residencia» en el Café Herrenhof. Si tenía ganas, instrumentaba su aparición entre los tres y seis de la tarde, para ser saludado efusivamente por su fiel corte, entre los cuales figuraba yo.»
«Por cierto, no era cosa barata jugar con Spielmann, mientras los demás generalmente cobraban uno o dos schillings por partida, su tarifa era de cinco schillings, mucha plata para ese entonces. Se aprendía una enormidad pues él no se limitaba a ganr sino que comentaba la partida al finalizar, analizando de memoria todas las variantes y vericuetos, para divertir a los presentes.»
«Todavía me suena su cosntante admonición: «Loeffler, ¡siéntate sobre tus patas antes de mover una pieza!. De lo contrario ¡nunca jamás llegarás a ser un buen ajedrecista!». Confieso que no le hacía caso: era demasiado joven e impaciente.»
«Aún recuerdo con que risa saludábamos la presentación del joven Eliskases, llegado recientemente de su provincia natal, Tirol, en su atuendo típico: es decir, pantalones cortos de cuero, con breteles, medias blancas largas, coronado con gorra y pluma. Pero las carcajadas se nos pasaban muy pronto cuando el jovencito hacía estragos entre las figuras más arraigadas.»
«Considero el punto culminante de mi carrera ajedrecística fue la conquista del Campeonato de Segunda de Viena. Más o menos por la misma época conseguí hacer tablas con Alekhine en una sesión de simultáneas de 20 participantes elegidos. Una partida memorable, no por la circunstancia de empatar sino porque Alekhine, en un ataque de ira incontrolable, ¡tiró el tablero con todos los trebejos al suelo porque le había fallado el tiro!.»
«Los avatares de la vida me separaron del ajedrez durante los veinte años siguientes pues estaba constantemente de viaje. Al radicarme en la Argentina intenté un retorno, pero el cuero ya no daba más. No tenía la resistencia física necesaria para sentarme de noche frente al tablero después del trajín de un día de trabajo que comenzaba a las 6. La famosa «quinta hora» me partía por el eje ….»
«En esta disyuntiva recordé la colaboración que había prestado años atrás a mi amigo Hans Müller cuando intentaba fomentar el juego por correspondencia organizando el ya legendario Torneo del IFSB, a principios del ´30. Conocedor del aislamiento en que vivían especialmente los aficionados del interior del país, los cuales, fuera del médico, el farmacéutico, el cura o el juez de paz del pueblo de su residencia, escasas posibilidades tenían para practicar el ajedrez. Entonces concebí el plan de organizar una asociación libre para desarrollar el juego epistolar.»
«La primera reacción a mi aviso en la columna de «La Nación» a cargo de don Portela -¡que descanse en paz!- fue tan arrolladoramente positiva que excedió todas mis expectativas. Nunca jamás mi señora y yo olvidaremos la impresión … que digo: ¡el susto!, cuando un camión postal paró delante de nuestra casa y dos empleados bajaron penosamente sendos canastos llenos de cartas.»
«Mi señora y yo nos pusimos a contestar cada una de esas cartas, ella tecleando y yo dictando, a la luz de una lámpara de kerosene, que en ese entonces era la única iluminación de que disponíamos. La electricidad vino mucho más tarde. Total, eramos sólo «campesinos» pues vivíamos «afuera» [de la Capital Federal].»
«Poco a poco fuimos saliendo a flote. Se formaron grupos -pequeños torneos- y la gente paulatinamente se fue acostumbrando a la nueva modalidad. Particularmente fuerte era la reacción de los aficionados del interior que comprendían instintivamente que era el cordón umbilical con el gran mundo del ajedrez».
«Se debe, en honor a la verdad, a la gente del interior del país que la semilla del ajedrez [por correspondencia] brotara y echara raíces tan fuertes. El aficionado de la ciudad todavía no veía la ventaja: ¡para él la nueva modalidad era demasiado lerda!. ¡Llegaron a tildarme de «loco de verano»!.»
«Al principio no se cobraba nada, lo que considero hoy un error, pues el criollo -subconcientemente- desprecia toda cosa gratis por demasiado fácil de conseguir y, por lógica consecuencia, piensa que no puede tener valor. De unos 300 aficionados el primer año pronto nos vimos reducidos a menos de 100. Era bastante deprimente. Por suerte ahí estaba don Carlos Portela, porteño de pura cepa, uno de los últimos bohemios con alma de gran artista, gran aficionado al ajedrez y con el don de desmenuzar cualquier partida a sus cosas esenciales con una brillantez y chispa envidiables. Si pudiera, le erigiría una estatua en el Templo de Caissa. Cada vez que abro su libro «Najdorf vs. Reshevsky. Su match en Buenos Aires» y leo su dedicatoria: «Para LADAC, en la persona de su Presidente virtual Arturo J.Loeffler, su poco útil titular … C.M.Portela», me vienen las lágrimas …. Me alentó sin cesar en todo momento. ¡Gracias mil, don Carlos en Tu Olimpo!.»
«Sería una ingratitud no mencionar la gente que poco a poco se había reunido a mi alrededor para prestar una colaboración sincera y desinteresada. En primer término el gran amigo don Eugenio Píder quien, poco dado a la correspondencia, aportaba su inmenso don de gentes y bonhomía. Pero estino que toda obra llevada a cabo hubiera sido imposible de realizar sin el aporte personal del Dr.Antonio Roura, ¡bendito sea su recuerdo!.»
«Desde luego había muchas otras personas que, unos más otros menos, prestaban su valiosa cooperación. Recuerdo hombre como [José] Gay, [Beni] Snaider, [Arnoldo] Ellerman, [Fernando] Casas, [Francisco] Benkö, para citar tan sólo algunos. Pido perdón a todos los demás si no los recuerdo en este lugar por su nombre, pero pueden tener la seguridad que no he olvidado su colaboración.»
«Merced a todos ellos LADAC cobraba ímpetu. Paulatinamente establecimos vínculos fuera del país. Nos contactábamos con la organización internacional fundada nuevamente por Eric Larsson prácticamente cuando las cenizas de la Guerra Mundial todavía estaban calientes. ¡Fue LADAC la primera organización que anudó contactos con los alemanes, jugando un match con ellos cuando todavía el resto del mundo los boicoteaba!.»
«Aproveché mis periódicos viajes al exterior para bregar por el ajedrez epistolar. Recuerdo como si fuera ayer la recepción barullera que me prepararon en el «Círculo de Armas» de Caracas. ¡Por poco me echaron!. Pasé la noche en vela -por cierto que muy deprimido- pero a la mañana tuve la grata sorpresa de encontrar un alma gemela: don Pablo Atars. Sus palabras fueron un bálsamo en la herida causada por la falta de comprensión, la sorna y el sentido de superioridad demostrado por la gente del «Círculo». ¡Que descanse en paz don Pablo Atars!. Ha hecho mucho por fomentar el ajedrez epistolar en su país.»
«Establecí contactos en Perú, Guatemala y hasta en Estados Unidos, pero lamentablemente el éxito real y concreto era inversamente proporcional a la calidez de recepción. En Perú, el promotor del ajedrez postal formaba en ese entonces un equipo ficticio para posibilitar la participación en las Olimpíadas de Ajedrez por Correspondencia, recientemente establecidas. Jugaba él mismo todas las partidas, procedimiento condenado de antemano al fracaso más rotundo.»
«Parece paradójico que en los Estados Unidos la gente, a pesar de tener fama de prosaica y fría, captaba de inmediato las ventajas del juego epistolar. Ahí conocí a Ben Koppin, autor del libro «Chess Logic»; Imre König, autor de «Chess from Morphy to Botvinnik» y Walter Korn, autor del «Modern Chess Openings», la famosa compilación de aperturas que ha sido traducida a varios idiomas. Me consiguieron entrevistas con Reuben Fine y Samuel Reshevsky, a quienes intenté interesar para participar en las lides epistolares, o por lo menos patrocinarlas. Fine, muy renuente, nada quiso saber de la «nueva locura», como la tildaba; y Reshevsky tenía pretenciones demasiado elevadas. «¡Qué quiere Usted -me dijo durante una de nuestras conversaciones, por cierto muy amistosas- Caissa es una vaca lechera, hay que ordeñarla todo el tiempo que le queda a uno!».
«El eco más positivo lo encontré en Brasil. Un amigo personal, don Edmundo Moreira de Mattos, allá por el ´47 formó el «Círculo Enxadrístico de Amizade», que muy pronto cobró alto vuelo merced principalmente a la revista «Xeque» que editó en forma simultánea. Muy lamentablemente, a pesar de la elevada categoría de la revista, decayó el entusiasmo, quizás debido al exceso de trabajo que don Moreira de Mattos había cargado sobre sus hombros. Cuando enfermó, todo lo edificado por él experimentó un repentino colapso fatal.»
«Durante todo este tiempo estaba en constante comunicación con las autoridades de la reformada ICCF, con cuyos dirigentes (von Massow, Larsson, etc.) me unían lazos de amistad desde antes de la Guerra. Así fue como me invitaron a integrar el Directorio de ICCF, ocupando sucesivamente los cargos de Vicepresidente y Tesorero durante más de una década. Por exceso de trabajo tuve que renunciar a cualquier actividad organizadora en el ¨63, retirándome de todo cargo oficial pero conservando mis contactos personales. [A fines de la siguiente década] encontré el tiempo libre para dedicarme plenamente a jugar partidas por carta. Tengo constantemente en marcha unas 100. Amén de depararme el placer del juego me brindan la oportunidad de trabar amistad con mucha gente. Algunos he conocido personalmente. Soy proveedor de «huevos» en escala industrial tanto de LADAC como de ICCF, pero lo hago con gusto. Me agrada analizar las partidas en mi sillón reclinable favorito, con las pantuflas puestas y una humeante taza de café delante de mí. A pesar de mis años, me gustan las partidas movidas donde las figuras vuelan por el aire; y si al hacer el balance resulta que me falta una, pues paciencia.»
«Por último, quisiera recordar como broche de oro a mi esposa -que gracias a Dios todavía está a mi lado- doña Ema Juana Buhr, que tanto me ayudó y «aguantó»; y a mis dos hijos, Claudio Víctor y Renato Sergio.»

En 1960 resulta elegido Vicepresidente de ICCF, asumiendo además en 1964 la Tesorería. En 1969 se retirará de ambas funciones.
En reconocimiento a los servicios prestados, en 1979 se lo reconoce como Miembro Honorario de la Federación Internacional y cinco años después recibirá la Medalla Bert von Massow en oro y plata.
Fallece en Buenos Aires, el 1° de diciembre de 1993.
«Un ajedrecista ordinario, un dirigente extraordinario», lo definirá magistralmente una crónica periodística.

Juan Carlos Pérez Rodríguez

La sabiduría suprema es tener sueños lo bastante grandes como para no perderlos

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