Pioneros (3) Ricardo Alberto Charpentier Garcia

HONDURAS (LI.HO.A.P.)

RICARDO  ALBERTO  CHARPENTIER  GARCIA

Reconocido ajedrecista en la modalidad «frente a frente» como en la postal, nació en Cartago (Costa Rica) el 8 de julio de 1932.

Aprendió a mover las piezas de manera curiosa: estando en la escuela primaria, tuvo la oportunidad de observar a unos señores mayores de edad jugar una partida de ajedrez, lo cual le atrajo de inmediato.  Demostrando un inocultable interés por conocer las reglas de este pasatiempo, fue a visitar a Pablo (un niño que hacía poco que había llegado al barrio integrando una familia de nuevos vecinos, el que pronto se hizo famoso en la comunidad por saber jugar al ajedrez!) y le pidió que le enseñara a desentrañarlo.  Juntos, además, leyeron el libro «El arte del ajedrez» que Pablo había heredado de sus abuelos.  Ante la atracción despertada, sus padres le obsequiaron un tablero con los trebejos.  A los 10 años ya buscaba contrincantes para realizar sus prácticas.  Pablo, cuyo nombre completo era José Pablo Amighett (campeón costarricense en 1953, 1960 y 1963), se convirtió en entrañable íntimo de Ricardo, así como su mentor,  Nació entre ellos una gran rivalidad deportiva que no interfirió nunca en su amistad.

Charpentier se declara autodidacta, no obstante su muy nutrida biblioteca sobre el tema que formó a lo largo de los años. Formó parte de la Federación Nacional de ajedrez y participó en muchos torneos, tanto amateur como oficiales.  A los 20 años obtuvo el título de Campeón de Costa Rica, el cual conservó por ocho ediciones consecutivas entre 1952 y 1959, una hazaña aún no superada.  Se retira de la práctica competitiva al año siguiente para abocarse a sus estudios.

Graduado de Ingeniero Civil en la Universidad de Costa Rica, emprende su gran carrera profesional ingresando en la Comisión Nacional de Emergencias.  Por ello, se limita a participar en torneos interprofesionales, campeonatos por equipos y, sobre todo, en eventos de clubes organizados por sus amigos, renovando la camaradería.

A mediados de los ¨60, por motivos de trabajo, tuvo que trasladarse a Honduras con la familia, porque iba a desempeñar un alto puesto en el Banco Centroamericano de Integración Económica, dejando atrás -entre otras cosas entrañables- a sus compañeros ajedrecistas.

Los primeros tiempos son de intensa actividad laboral.  Buscando una distensión apelando a su vieja pasión, comprueba que en este país el ajedrez no está federado.  Concurre a cafés y clubes deportivos, en cuyos salones recreativos se practican mayoritariamente juegos con naipes y dominó: de ajedrez, nada.  Un día se le ocurre llevar su tablero y ubicándose en una mesa apartada despliega los trebejos reproduciendo de memoria una partida.  Luego de varios días de repetir esta ceremonia, logra que al fin un parroquiano se le acerque tímidamente y lo desafíe,  Los encuentros se volvieron rutinarios.  A veces los rodeaban curiosos, pero el lento desarrollo de las acciones conspiraban contra cualquier atisbo de entusiasmo.  Pero no perdía la oportunidad: sin que se lo pidieran, siempre se ofrecía a instruirlos.  Así sumó nuevos rivales, aficionados voluntariosos pero de limitado talento.  Solía dar salida y piezas de ventaja o jugar simultáneamente ante dos o tres rivales.  Tampoco faltaron partidas «a ciegas».

Con el objeto de comprar un libro para obsequiar al hijo de un compañero laboral, concurre a una tienda donde halla algunas revistas de ajedrez, las que revisa con curiosidad.  Le llama la atención un pequeño anuncio invitando a jugar por correspondencia a residentes de toda América.  De pronto le vino a la memoria que años atrás su amigo Pablo Amighetti le había comentado que iba a inscribirse en un Torneo Panamericano postal organizado por una revista argentina, instándolo a que lo acompañara.  Pero la idea en aquel momento no lo sedujo.  Ahora, que las condiciones habían cambiado, no dejó pasar la oportunidad.

«Escribí a una dirección en Buenos Aires -relata Charpentier- para interiorizarme del ofrecimiento.  Al poco tiempo recibo una planilla con la nómina de seis rivales y las instrucciones para iniciar los juegos.  Además se incluía una nota invitándome a participar en el II.Campeonato Latinoamericano; casi en simultáneo el Dr. Laksman me dirige una conceptuosa carta donde solicita mi colaboración para un ambicioso proyecto: la  primera Olimpíada Americana por equipos.  Me indica que varios países han comprometido su participación y que Honduras no podía estar ausente».  Charpentier acepta el desafío y logra conformar un quinteto, donde asume la responsabilidad de ocupar el primer tablero y ejercer la capitanía.  Entre las tres competencias atenderá treinta partidas.

Luego de una serie de incidentes donde C:A.D.A.P. estuvo en el centro de la tormenta y que hizo eclosión durante el Congreso de I.C.C.F.  reunido en Bruselas (Bélgica, 1969) -cuyos detalles soslayaremos por escapar al motivo de esta nota- sus autoridades planean que para el próximo cónclave  de la entidad harán una presentación formal avalada por la mayor cantidad de ligas latinoamericanas afiliadas posibles.
Tras un profuso intercambio de cartas emanadas de las principales autoridades de la Confederación a Charpentier instándolo a que organize la práctica del ajedrez epistolar en el ámbito local, decisión que dilata hasta que se le comunica la resolución de nombrarlo -en reconocimiento a sus sobrados méritos deportivos alcanzados en su país natal- como uno de los ocho Vicepresidentes de la reestructurada Comisión Directiva de C.A.D.A.P.
Así, con fecha 23 de junio de 1969, informa oficialmente que ha creado la Liga Hondureña de Ajedrez Postal (LI.HO.A.P.), solicitando su adhesión a la Confederación  que la acepta inmediatamente y la representará en el mitin del Presidium (Junta Directiva) de la Federación Internacional en Roma (Italia, 1970), que admiten como nuevos miembros a los provenientes de la geografía latinoamericana, uno de ellos Honduras, ratificado luego en el Congreso de Lugano (Suiza, 1971).

La distribución de cargos en la flamante LI.HO.A.P. para el período 1969/71, fue la siguiente:  Ricardo Charpentier (Presidente), José Zuñiga (Secretario), Ernesto Bondy (Tesorero) y Luis Rivera (Director de Torneos), nómina que sería renovada para el lapso 1972/3.
Como adelantamos, la primera actividad actividad oficial de la entidad la constituyó su participación en la primera Olimpíada Americana (posteriormente rebautizada Panamericano) por equipos, que se extendió entre 1969 y 1972.  Honduras la afrontó con Charpentier, Rivera, Jorge Padilla, Gonzalo Deras Díaz y Zúñiga (en ese orden de tableros).  La competencia se vió desnaturalizada por la gran cantidad de desertores: 20 de los 45 anotados.  Brasil, el único que escapó a este mal, se impuso comodamente.  Lo escoltaron Chile y Bolivia.  Charpentier (+12, =4, -0) se coronó como el mejor primer tablero, pero el abandono del resto de sus compañeros llevaron a que el quinteto recalara finalmente en el penúltimo lugar.
Para Charpentier éste no fue un resultado aislado: paralelamente ganó un torneo de ascenso de C.A.D.A.P. (2/69 # +6. =0. -0) y logró sortear las preliminares del segundo Zonal Latinoamericano.  Esto le traería nuevos retos de los que no rehuiría: culminaría primero en la Semifinal del II. Zonal (+9, =2, -0), Preliminar del III. (+10, =0, -0) y el torneo Categoría Superior G-71 (+5, =1, -0), que en este caso le brinda el acceso a los Master de I.C.C.F.

Aunque sin actividad interna por la falta de interesados, LI.HO.A.P. conserva su fachada institucional, renovando periódicamente sus autoridades.  Una nueva Comisión Directiva asume en 1974: Julio César Osorio (Presidente), Ricardo Charpentier (Secretario), Bayardo Altamirano (Tesorero) y Julio Bondy (Director de Torneos).  En 1977 cambia la administración, ahora compuesta por Ernesto Bondy (Presidente), Bayardo Altamirano (Secretario), Ricardo Charpentier (Tesorero), Zoilo Alvarado (Director de Torneos), Wendell López y Guillermo Guzmán (Vocales).  Esta renovada cúpula dirigencial se aboca prioritariamante a conformar el sexteto que enviará a la IX. Olimpíada I.C.C.F. (1977/82) encabezado por Charpentier y secundado por Carlos Callejón Castillo, Ernesto Bondy, Bayardo Altamirano, Wendell López y Zoilo Alvarado.  Diezmado por los abandonos, los hondureños sólo logran superar a Uruguay entre once adversarios.  Tampoco le va mejor en matches amistosos internacionales (1976/80) donde caen derrotados por Canadá (20 a 4) y Costa Rica (13 a 5)

A otra cita a la que acuden es el tercer Panamericano (1979/84) y una vez más Charpentier se encarga de las invitaciones locales, aunque en esta oportunidad no se suma al lozano equipo en razón al elevado número de partidas que afronta (Torneo de las Américas, IX. Olimpíada, Semifinal XIII. Campeonato Mundial y Torneos Master I.C.C.F.), recayendo la representación en H.Vesely, R.Zamora, B.Vallejo, R. Bondy, B.Altamirano y M.Zúñiga, con la responsabilidad de mejorar los antecedentes: no lo logran, al cerrar las posiciones entre diez naciones.  Será ésta la última actuación corporativa.  En eventos posteriores, sólo habrá presencias individuales, con suerte diversa.

Pero como el ajedrez constituía para el ing. Charpentier un lazo difícil de cortar, con verdadero entusiasmo escribía en sus horas libres las tarjetas con las jugadas a todas partes del mundo y de igual manera recibía respuestas postales con bellas estampillas de Irlanda, Portugal, Unión Soviética, Cuba, Noruega, Suecia, Bulgaria, entre otros.  Esos sellos los mantuvo por muchos años y recientemente se los obsequió a una de sus tres nietas.
La práctica del teleajedrez fue su hobby favorito por más de quince años, el cual dejó en forma paulatina debido a sus compromisos laborales y su regreso al terruño. Conformó la selección nacional -en ambas modalidades- para participar en torneos Centroamericanos, Latinoamericanos y de otras latitudes.
Charpentier ostenta en su estudio cantidad de trofeos, medallas, reconocimientos y menciones.  Entre ellas la de la Federación Internacional que valoró su contribución al desarrollo del ajedrez postal hondureño, otorgándole la medalla de plata «Bertl von Massow», durante las sesiones del Presidium de I.C.C.F. en Pula (Yugoslavia, 1984).  En 2016  la Federación Nacional le hizo un reconocimiento especial por sus aportes a la disciplina.
Ahora a los 85 años solamente saca el tablero para jugar de vez en cuando con sus nietas y cuando se le insiste que hable de su carrera contesta que esos hechos son ya pasado.

Fue un incansable difusor de la actividad epistolar, dando el ejemplo con una conducta intachable.  Trabajó duro, como lo hacía con cada partida, pero no tuvo la satisfacción de lograr que en Honduras germinaran las múltiples semillas que sembró.  La cruda parábola de LI.HO.A.P.: dificultosa apertura, auspicioso medio juego, frustrante final.  El Congreso de I.C.C.F. reunido en Bad Neunahr (Alemania, 1996) resuelve suspender su afiliación por inactividad.

(Mi gratitud a Ricardo Charpentier Brenes pues sus invalorables aportes de datos para esta nota)

Juan Carlos Pérez Rodríguez

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